Querido Waldo, segundo título de Hojas en la Hierba

Con el otoño caen nuevas Hojas en la hierba. El segundo título de la colección nos trae la primera traducción al español de la correspondencia completa entre Henry David Thoreau y Ralph Waldo Emerson, amigos en los que arraigó el pensamiento trascendentalista norteamericano y que fueron precursores de una nueva forma de relacionarse con el medio natural.

En 1836, cuando Thoreau aún no contaba veinte años, Emerson, que se había instalado recientemente en Concord (Massachusetts) publicó Naturaleza, una de las obras capitales del pensamiento protoecologista. Por aquel entonces Thoreau estudiaba en Harvard, pero nunca fue uno más. Nos da una pista de ello el título que dio al discurso que pronunció en la ceremonia de graduación: El espíritu comercial de los tiempos modernos, considerando su influencia
en el carácter político, moral y literario de una nación. En él ya se entreven algunas de las preocupaciones que centraron su existencia: «Que los hombres sigan con autenticidad el camino que les indica su naturaleza y cultiven los sentimientos morales, viviendo vidas independientes y virtuosas; que hagan de las riquezas medios para la existencia, nunca fines, y no volveremos a escuchar una palabra sobre el espíritu comercial. El mar no va a detener su movimiento; la tierra seguirá siendo tan verde y el aire tan puro como siempre. Este curioso mundo que habitamos es más maravilloso que conveniente, más hermoso que útil; está más para ser admirado y disfrutado que para ser  utilizado. El orden social de las cosas debería invertirse en cierto modo» (traducción de Antonio Casado da Rocha en Thoreau. Biografía esencial).

Cuando regresó a Concord él y Emerson se encontraron y arrancó una amistad que duró hasta la muerte de Thoreau en 1862 y que se desarrolló en Concord. «Querido Waldo es una prueba del tiempo que uno y otro compartieron cuando no compartieron el lugar», escribe José Ignacio Foronda en el prólogo del libro. 47 cartas que nos muestran la escritura más íntima de estos dos grandes autores a los que hemos añadido el extenso «Elogio» que Emerson publicó en el Atlantic Monthly a la muerte de Thoreau y que supone un retrato cercano y directo que emociona y deleitará a quien quiera ver cómo veían a Thoreau sus contemporáneos y, sobre todo, el «Sabio de Concord», Ralph Waldo Emerson.

Por las páginas de esta correspondencia aparecerán Nathaniel Hawthorne y Margaret Fuller, Bronson Alcott y Thomas Carlyle, pero también vecinos de Concord como Hugh Whelan o George Minott. La vida más alta y la más cotidiana se dan la mano en unas cartas que podemos disfrutar en otra magnífica traducción del poeta Alberto Chessa.

Os dejamos como muestra del libro un botón:

«CARTA XVIII (de Thoreau, desde Nueva York, a Emerson)
8 de junio de 1843
No solo no me gusta más la ciudad conforme más la piso, sino que me gusta menos. Me avergüenzo de lo que contemplan mis ojos. Es mil veces más infame de lo que podría haber imaginado. Será algo odiado en el futuro, lo cual no deja de ser una ventaja para mí; incluso las mejores personas forman parte de ella, y de ella hablan con frialdad. Los cerdos que se ven por las calles son el segmento de población más respetable. ¿Cuándo aprenderá el mundo que un millón de hombres carece de importancia en comparación con un solo hombre? […]

La playa es lo mejor que he visto. Es un paraje remoto y solitario, en donde uno solo se acuerda de Nueva York muy de vez en cuando. Asimismo, las distancias a lo largo de la costa, y hasta donde alcanza la vista tierra adentro, son indescriptiblemente grandes y sorprendentes. El mar se antoja andar muy cerca de las colinas, pero requiere un largo trecho por el llano; sin embargo, te sientes  mojado por la espuma antes incluso de que se te pase por la cabeza que hayas llegado hasta allí. Lo lejos parece cerca y lo cerca lejos. Muchas veces, desde la playa paseo hasta el Atlántico y veo a hombres arrastrando sus botes en la arena ayudados por bueyes, caminando en medio de las olas, como si fueran a llegar a Sandy Hook».

 

Querido Waldo
Querido Waldo